La peor banda del mundo:
En primer lugar disculparme, porque estos días estoy leyendo muchísimos cómics (del orden de uno o dos cada día) y apenas estoy hablando de ellos. Cosa que solventaré ahora mismo.
La Peor Banda del mundo (no, no somos los Holy Days, cachondos) de José Carlos Fernandes era una colección que me llamaba la atención bastante desde los tiempos de Syldavia, pero como allí tenía siempre muchos cómics para leer y descubrir, digamos que lo fui relegando. Ha tenido que ser (de nuevo) la biblioteca pública de mi barrio la que me haya permitido cogerlo. (los tres volúmenes)
Si bien el dibujo me parecía tremendamente atractivo (me lo sigue pareciendo, ese abuso de los ocres y los negros, esos trazos sinuosos como de lápiz, ese tono de frescura y de "a medio acabar" que tienen muchos de los dibujos lo hacían un plato muy de mi gusto) el guión en un principio (o al leer los títulos de los libros "Quiosco de la utopía", "Las Ruinas de Babel" o "Museo Nacional de lo Accesorio y lo Irrelevante") hacían que soltara un tufillo a pseudointelectualidad que me echaba para atrás.
Y es que hay mucha gente que no tiene ni idea de escribir y se pone a hacer poemitas, o a hablar con palabras rimbombantes que al final no tienen ni sentido ni intención alguna. Cuál ha sido mi alegría al ver que éste no es el caso. Fernandes (uno de los poquitos autores de cómic portugueses que han llegado a España, creo recordar) hace en estos volúmenes un recorrido apasionante de las pequeñas miserias, obsesiones y trabajos inverosímiles de una ciudad (y unos ciudadanos) excusándose en la trama de una banda de jazz que jamás ha tocado en ningún local, tan sólo ensayan.
Crear un mundo literario (sí, habéis leido bien: es un cómic profundamente literario) tan rico como el de José Carlos Fernandes es complicado, es algo que sólo hacen genios como Borges, Kafka o Cortázar (esta comparación está algo usada, pero es lo que rezuman estas páginas). Los personajes son simples perchas de sus obsesiones, o sus estrambóticos oficios (troquelador de sellos, comprobador meteorológico, inspector municipal de mecheros, criptógrafo de segunda clase, por citar sólo los oficos de los músicos de la banda de jazz) teniendo cada uno mucho que decir y muchas reflexiones que nos pueden servir para comprender el enrevesado mundo actual.
No obstante me parece que estoy delante de una de esas cosas que o se aman profundamente o se odian con locura. Espero que si lo compráis, seáis de la primera opinión.
Por ahora quedaos con la reflexión que hace Kaspar Grosz (uno de sus personajes):
"Al ciudadano común se le solicitan demasiadas encuestas, sondeos, elecciones y referéndums, por lo que se convende de que su opinión tiene alguna utilidad, Sobre todo en el dominio artístico, pues en él existe un fuerte exponente subjetivo... luego asumen que una opinión es tan buena como cualquier otra."
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yo -