Amistad
Tras tanto tiempo sin actualizar, este blog se merece algo bueno.
Mi padrino murió hace unos tres años. Era un hombre alto, enjuto, calvo. Mi padre le conoció ya en Madrid, cuando empezó a llevar a mis hermanos al colegio y dió la casualidad de que eran de pueblos cercanos. Entablaron tanta amistad que llegaron a nombrarlos padrinos de su quinto hijo.
Tras mucho tiempo, mi padre se jubiló y le gustaba mucho andar por el barrio con el que era su amigo desde hacía ya tanto tiempo. Se reunían en cafés cercanos a arreglar el mundo, a hablar de política, de fútbol, de religión, de la familia... de la vida. A menudo se unían a la tertulia Pepe, el farmacéutico, un hombre que hablaba muy alto y manolo, un hombre que, incluso siendo yo un niño, me parecía muy bajito.
El último año de la vida de mi padrino fue, al igual que el de muchos otros, un continuo ir y venir de hospitales a casa. Hasta que le dijeron que ya no podían hacer más (que a veces es una bendición saber que te puedes ir a esperar a la blanca dama a tu casa y no tener que estar en un lugar higiénico rodeado de extraños). Mi padre entonces trasladó su tertulia a casa de su amigo. Él postrado en su cama y mi padre y su mujer al lado, hablando como siempre de esas cosas que tanto importan. así fue todas las mañanas durante muchos días. Mi padre iba a misa temprano y después pasaba la mañana con su amigo.
Hasta que un día mi padre llegó a casa llorando. "Se me ha muerto en las manos" me dijo. Con su mujer sujetándole una mano y su mejor amigo sujetándole la otra. A un lado la mujer que le había dado cuatro hijos y muchos nietos. Al otro su compañero fiel durante más de treinta años.
Eso es la amistad. La de verdad. Yo a menudo pido a Dios que el día que me toque, pueda ser así o algo parecido. No se me ocurre una manera mejor.
3 comentarios
amonino -
Yo -
Darío -