Solo en la cafetería
Cosas de la vida. A veces te quedas solo tomando un café.
Ayer tuve la experiencia laxante (The laxative experience, que diría Jimmi Hendrix) con el café de Periodismo y hoy no he vuelto a caer en la trampa. he llegado y he pedido un Colacao y una tostada. Para los que no lo sepáis, los colacaos de cafetería saben muy distinto a los que te puedas hacer en casa. Suelen ponértelos con leche hirviendo, lo que hace que el colacao se disuelva muy rápido y muy bien, y por otro lado te dan unos peaso de sobres que te valdrían para hacer medio litro de desayuno cuando lo que tienes es un vaso de leche. ¿Resultado? Un "colacado" muy cargado. Y esto es invariable. Vayas donde vayas, en cualquier cafetería cometen el mismo error, auqnue claro, sería un poco cutre que te dieran medio sobre sólo.
-Oye, te doy este que está ya abierto porque ese tío ha pedido uno antes que tú.
-¿El gordo sudoroso que se mete el dedo en la rajilla del culo ahora mismo?
-Ése, ése.
Bueno, la cosa. Que cuando estás solo en una mesa de cafetería con mucha gente a tu alrededor (todos en parejas, tríos, o grupos hablando dicharacheramente de lo bien que han dormido, o de lo bien que no han dormido) te sientes un poco raro.
Y si uno ya es raro de por sí, me he dicho, pues vamos a serlo más aún.
Me he estirado mucho en mi asiento, me he puesto una servilleta de cafetería al cuello y me he puesto a preparar mi tostada. He desenvuelto la mantequilla con cuidado, la he partido en dos mitades simétricas y he untado una mitad, y luego la otra. Luego he abierto la mermelada, la he untado del mismo modo y he metido uno de los envoltorios dentro del otro, que luego he metido en un cenicero (como una matriuska cafeteril). He levantado la cabeza y he mirado. La gente ha apartado la vista (eso es que estaban mirando).
Luego he echado el colacao y el azúcar (sí, le echo azúcar al colacao. Una costumbre. Y que soy muy goloso) y he procedido del mismo modo con los envoltorios.
No he querido mirar a mi alrededor, pero he notado mucho silencio.
Y luego me he reído yo solito de mi bufonada, y la gente se ha reido también. Aunque he notado que se apartaban un poco de mí.
En fin, que necesito gente a mi alrededor, porque si no me convierto en un payaso sin vergüenza.
Será que estoy leyendo la Biografía de Groucho y estoy inspirado.
Ayer tuve la experiencia laxante (The laxative experience, que diría Jimmi Hendrix) con el café de Periodismo y hoy no he vuelto a caer en la trampa. he llegado y he pedido un Colacao y una tostada. Para los que no lo sepáis, los colacaos de cafetería saben muy distinto a los que te puedas hacer en casa. Suelen ponértelos con leche hirviendo, lo que hace que el colacao se disuelva muy rápido y muy bien, y por otro lado te dan unos peaso de sobres que te valdrían para hacer medio litro de desayuno cuando lo que tienes es un vaso de leche. ¿Resultado? Un "colacado" muy cargado. Y esto es invariable. Vayas donde vayas, en cualquier cafetería cometen el mismo error, auqnue claro, sería un poco cutre que te dieran medio sobre sólo.
-Oye, te doy este que está ya abierto porque ese tío ha pedido uno antes que tú.
-¿El gordo sudoroso que se mete el dedo en la rajilla del culo ahora mismo?
-Ése, ése.
Bueno, la cosa. Que cuando estás solo en una mesa de cafetería con mucha gente a tu alrededor (todos en parejas, tríos, o grupos hablando dicharacheramente de lo bien que han dormido, o de lo bien que no han dormido) te sientes un poco raro.
Y si uno ya es raro de por sí, me he dicho, pues vamos a serlo más aún.
Me he estirado mucho en mi asiento, me he puesto una servilleta de cafetería al cuello y me he puesto a preparar mi tostada. He desenvuelto la mantequilla con cuidado, la he partido en dos mitades simétricas y he untado una mitad, y luego la otra. Luego he abierto la mermelada, la he untado del mismo modo y he metido uno de los envoltorios dentro del otro, que luego he metido en un cenicero (como una matriuska cafeteril). He levantado la cabeza y he mirado. La gente ha apartado la vista (eso es que estaban mirando).
Luego he echado el colacao y el azúcar (sí, le echo azúcar al colacao. Una costumbre. Y que soy muy goloso) y he procedido del mismo modo con los envoltorios.
No he querido mirar a mi alrededor, pero he notado mucho silencio.
Y luego me he reído yo solito de mi bufonada, y la gente se ha reido también. Aunque he notado que se apartaban un poco de mí.
En fin, que necesito gente a mi alrededor, porque si no me convierto en un payaso sin vergüenza.
Será que estoy leyendo la Biografía de Groucho y estoy inspirado.
4 comentarios
Patch -
Superpera -
Uno_mas -
Sobre el artículo pues decirte que a mi me gusta mucho escuchar cuando estoy comiendo por ahí y muchas veces los amigos y familiares me dicen que diga algo porque puedo estar mucho tiempo callado escuchándolos hablar. Siempre lo he considerado una cualidad pero muchas veces es un coñazo, no te ayuda a destacar y pasas desapercibido la mayoría de las veces.
En fin...
Un saludo.
Veti -