... y Violet Bauregard
Pues nada. Días de tranquilidad y biblioteca en la ciudad. Un rollo porque TENGO que aprobar esta asignatura y aún así, no sé si me dejarán hacer todas las asignaturas que tenía planeado hacer esta año y no sé si podré terminar la carrera este año como tenía pensado. Como siempre, la burocracia se pone en mi camino.
Aquí os va el segundo de estos poemas de Roald Dahl, éste algo más negro y más cruel que el anterior.
Dedicado a todos esos que mascan chicle con la boca abierta.
Violet Bauregard
Querido amigos, seguramente estamos de acuerdo
En que no hay nada peor que ver
Que una niña repulsiva
Que siempre está mascando chicle
(Está casi tan mal
Como los que la nariz se hurgan)
Así que creednos cuando decimos
Que comer chicle no compensa
La pegajosa costumbre lleva
Al masticador a un peguntoso final.
¿Alguno de vosotros conoció
A la Senorita Bigelow?
La mujer no veía mal
En masticar, mascar todo el día.
Mascaba en la bañera.
Mascaba bailando en la discoteca.
Mascaba en misa y en el tranvía.
¡Era una cosa compulsiva!
Y cuando chicle no encontraba
Mascaba las baldosas de la entrada
O lo que pillara más a mano:
Un par de botas, la oreja del carteo
O los calzones de su hermano.
Una vez mascó la nariz de su novio.
Siguió mascando hasta que, por fin,
La mandíbula le creció tanto
Que de su cara la barbilla
Sobresalía como un violín.
Años y años siguió mascando
Cincuenta paquetes cada hora
Hasta que una tarde de verano
Una cosa horrible le pasó.
La Señorita Bigelow tarde se acostó
Una media hora estuvo leyendo
Masca que te masca sin parar
Como un cocodrilo a cuerda.
Por fin, dejó el chicle a un lado
En una bandeja que tenía para esos casos
Y se echó a planchar la oreja
(Lo consiguió contando ovejas)
Pero entonces ¡Qué raro! Aunque dormida
Sus mandíbulas seguían
Masca que te masca toda la noche
Aunque no tuviera qué mascar
Estaban ya tan viciadas
Que tenían que continuar
Y era fácil escuchar
En la noche cerrada, alto y claro,
La gran trampa de la durmiente
Abriendo y cerrando, sonido de dientes
Más y más rápido, arriba y abajo.
El ruido seguía sin parar
Hasta que su mandíbula decidió
Detenerse y abrirse de par en par
Y con una mascada sin parangón
Cortó la lengua de la mujer en dos.
Y así, por mascar chicle,
La Señorita Bigelow quedó muda.
Y pasó el resto de su vida
En un manicomio de segunda.
Por eso intentamos obcecados
Salvar a Violet Bauregard
De sufrir un destino igual.
Aún es joven. Aún no es tarde
Siempre que sobreviva a la cura.
Esperamos que sí. Pero no estamos seguros.
Aquí os va el segundo de estos poemas de Roald Dahl, éste algo más negro y más cruel que el anterior.
Dedicado a todos esos que mascan chicle con la boca abierta.
Violet Bauregard
Querido amigos, seguramente estamos de acuerdo
En que no hay nada peor que ver
Que una niña repulsiva
Que siempre está mascando chicle
(Está casi tan mal
Como los que la nariz se hurgan)
Así que creednos cuando decimos
Que comer chicle no compensa
La pegajosa costumbre lleva
Al masticador a un peguntoso final.
¿Alguno de vosotros conoció
A la Senorita Bigelow?
La mujer no veía mal
En masticar, mascar todo el día.
Mascaba en la bañera.
Mascaba bailando en la discoteca.
Mascaba en misa y en el tranvía.
¡Era una cosa compulsiva!
Y cuando chicle no encontraba
Mascaba las baldosas de la entrada
O lo que pillara más a mano:
Un par de botas, la oreja del carteo
O los calzones de su hermano.
Una vez mascó la nariz de su novio.
Siguió mascando hasta que, por fin,
La mandíbula le creció tanto
Que de su cara la barbilla
Sobresalía como un violín.
Años y años siguió mascando
Cincuenta paquetes cada hora
Hasta que una tarde de verano
Una cosa horrible le pasó.
La Señorita Bigelow tarde se acostó
Una media hora estuvo leyendo
Masca que te masca sin parar
Como un cocodrilo a cuerda.
Por fin, dejó el chicle a un lado
En una bandeja que tenía para esos casos
Y se echó a planchar la oreja
(Lo consiguió contando ovejas)
Pero entonces ¡Qué raro! Aunque dormida
Sus mandíbulas seguían
Masca que te masca toda la noche
Aunque no tuviera qué mascar
Estaban ya tan viciadas
Que tenían que continuar
Y era fácil escuchar
En la noche cerrada, alto y claro,
La gran trampa de la durmiente
Abriendo y cerrando, sonido de dientes
Más y más rápido, arriba y abajo.
El ruido seguía sin parar
Hasta que su mandíbula decidió
Detenerse y abrirse de par en par
Y con una mascada sin parangón
Cortó la lengua de la mujer en dos.
Y así, por mascar chicle,
La Señorita Bigelow quedó muda.
Y pasó el resto de su vida
En un manicomio de segunda.
Por eso intentamos obcecados
Salvar a Violet Bauregard
De sufrir un destino igual.
Aún es joven. Aún no es tarde
Siempre que sobreviva a la cura.
Esperamos que sí. Pero no estamos seguros.
4 comentarios
Evenue -
Muchos ánimos con tu examen. Y que la fuerza te acompañe!!
snif snif
Rey Faisan -
Yo solo lei Boy, esta bien pero supongo que escribiendo ficcion tendra un estilo distinto.
sergio -
Nadj -
GRANDIOSO!!!