Praga día 1
Pues ya sabéis cómo es esto de los viajes, que tienes un viaje por la tarde y ya te pasas todo el día de viaje en realidad. Porque te despiertas, haces la maleta, luego te vas a comer por ahí (Rodilla en este caso), luego aerouperto, hotel... Todo esto cargando con una mierda de maleta que tiene sólo una rueda y rueda sólo regular.
Pero bueno, la cosa es que yo ya tenía algo de ansiedad, porque en la agencia de viajes en lugar de darnos un billete de avión en condiciones nos dieron una especie de cuponcitos. Claro, yo pensaba: "Vas a ver la cara que se le pone al de la facturación cuando le enseñe un cartoncito chiquinín en el que pone mi nombre...". Pero bueno, todo fue bien.
En el avión la comida me encantó. Es una de mis rarezas. Me gusta mucho la comida de avión. No por el modo de comerla (todo pequeño, todo estrecho y si poder poner los brazos en ningún lado) sino por cómo sabe. No sé, es como que cuando la comes sabes que vas a otro sitio, que vas a vivir cosas distintas. Es como el inicio oficial de un viaje.
Allí además haces amigos de ración individual, como los llaman en "El club de la lucha". Sólo que el señor que conocimos en este trayecto era el dueño de una librería en Alcalá llamada Cervantes a la que iré si puedo para que me haga descuentillos. Muy majo. Me recomendó para adaptar a teatro "Caballeros" una novelita que se desarrolla en un baño público de Londres. Tiene buena pinta.
Luego llegamos allí y nos recogió una tía bastante borde y un poco lela (el comienzo de una relación "adorable" con el pueblo Checo) y nos llevó al hotel Splendid, donde nos íbamos a alojar toda la semana. Tengo que decir que había varias opciones en la agencia de viajes y yo insití en que fuéramos al Splendid porque me pareció que tenía un nombre más gracioso, y que si resultaba un mal hotel (como resultó ser) tendríamos al menos algo de qué reirnos.
Pero bueno, la cosa es que yo ya tenía algo de ansiedad, porque en la agencia de viajes en lugar de darnos un billete de avión en condiciones nos dieron una especie de cuponcitos. Claro, yo pensaba: "Vas a ver la cara que se le pone al de la facturación cuando le enseñe un cartoncito chiquinín en el que pone mi nombre...". Pero bueno, todo fue bien.
En el avión la comida me encantó. Es una de mis rarezas. Me gusta mucho la comida de avión. No por el modo de comerla (todo pequeño, todo estrecho y si poder poner los brazos en ningún lado) sino por cómo sabe. No sé, es como que cuando la comes sabes que vas a otro sitio, que vas a vivir cosas distintas. Es como el inicio oficial de un viaje.
Allí además haces amigos de ración individual, como los llaman en "El club de la lucha". Sólo que el señor que conocimos en este trayecto era el dueño de una librería en Alcalá llamada Cervantes a la que iré si puedo para que me haga descuentillos. Muy majo. Me recomendó para adaptar a teatro "Caballeros" una novelita que se desarrolla en un baño público de Londres. Tiene buena pinta.
Luego llegamos allí y nos recogió una tía bastante borde y un poco lela (el comienzo de una relación "adorable" con el pueblo Checo) y nos llevó al hotel Splendid, donde nos íbamos a alojar toda la semana. Tengo que decir que había varias opciones en la agencia de viajes y yo insití en que fuéramos al Splendid porque me pareció que tenía un nombre más gracioso, y que si resultaba un mal hotel (como resultó ser) tendríamos al menos algo de qué reirnos.
2 comentarios
Borja -
david -